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lunes, 28 de julio de 2025

 

DUERMEVELA CÓSMICO. DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO A LA ENSOÑACIÓN

La Luna riela sobre el agua, pero no es el mar de Espronceda sino el Lago de Sanabria de Unamuno –su “espejo de soledades”–, que refleja trémula su luz, que es la del Sol; ambos astros tan presentes en el agua como en el cielo… Nuestra estrella omnipresente y generosa, repartiendo luz y calor. Qué distintos de esos otros que veo en la misma bóveda celeste, tan distantes desde su nacimiento, que solo nos llega la luz huérfana de su latir apagado…, como un recuerdo cósmico; pero el recuerdo requiere un corazón que lo caliente y un cerebro que lo albergue en su consciencia. ¿Cuántas consciencias del Cosmos hay en el Cosmos? Contemplamos un misterioso universo material de luces y reflejos engañosos en atómico baile continuo, del que surgen solitarios focos de reflexión en la distancia que va desde su gestación hasta los ecos de su muerte…, la luz y el pensamiento unidos por una palabra.

Miro los juegos mendaces de los brillos que me rodean: el de la Luna en el lago, los de los planetas alineados y de las estrellas en el firmamento…, y mi corazón se agita, y mi mente es un torbellino de reflexiones sobre el universo ordenado y comprensible de los jonios, el Cosmos y sus leyes; lo pasado y lo actual en el espacio y el tiempo de un universo material en evolución.

Pienso en la Tierra y en la vida que la puebla: su origen, naturaleza y evolución. Vuelvo a la luz del Sol… y al agua, que es el espacio, el tejido de la vida, que emerge, segura de sí misma, del baile triangular de dos hidrógenos y un oxígeno, en una solidaridad electrónica que proporciona el necesario dos para para los primeros y un ocho para el segundo. Pero las necesidades regladas de cada cual originan una asimetría en la manera de compartir los electrones…, de manera que se forma un dipolo, muy interactivo, que impulsa una sociedad reticular de moléculas de agua mantenida por puentes de hidrógeno.

Sobre esta estructura, enormemente dinámica, del agua se edifica la vida: las funciones vitales surgen de la selección y ordenamiento de las porciones hidrofílicas e hidrofóbicas de las biomoléculas… El celo del agua por mantener su estructura reticular –aceptando el contacto con lo hidrofílico, y rechazando y empaquetando lo hidrofóbico–, construye las estructuras moleculares que van a evolucionar hacia la vida: el agua es necesaria en su origen y evolución; omnipresente en la ontogenia, filogenia y fisiología de los seres vivos, forma el espacio y el tejido de la vida favoreciendo la interacción de fuerzas débiles entre las biomoléculas.

El cielo raso se muestra exultante. La vía láctea, también llamada “el espinazo de la noche”, contrasta con la bóveda celeste que aparenta soportar. Extasiado, intento imaginar los confines del universo, su infinitud… o, al menos, su expansión desde el Big Bang hasta nosotros, con una incipiente materia en permanente interacción, evolucionando en niveles de integración creciente bajo la acción de las cuatro fuerzas del Cosmos. Pero la evolución no es una potencia activa que oriente su finalidad, sino mera consecuencia de la interacción material incesante: la materia es fundamentalmente masa, energía e interacción.

Embelesado con la contemplación de los planetas visibles y de las estrellas que reconozco, mi mente recorre los escasos conceptos de astrofísica que manejo, muchos difíciles de entender para un lego en la materia como yo: ¿qué quiere decir Big Bang como fluctuación cuántica en un vacío absoluto? Tampoco es fácil de comprender que “con el Big Bang surgió todo de la nada”. Se originó la materia, la energía, el espacio y el tiempo… El 5% de la materia que conocemos, la materia bariónica; y el 26% de materia oscura y 69% de energía oscura, ambas desconocidas, pero detectadas por su efecto sobre la materia bariónica.

Desde Einstein sabemos que el espacio-tiempo está relacionado con el campo gravitatorio: la materia le dice al campo como debe doblarse, y este a la materia como debe moverse. También, gracias a su célebre fórmula E=mc2, conocemos la conversión entre materia y energía. Mi mente sueña con viajar por el espacio: ¿podría darse algún “diálogo” similar de la materia y la energía oscuras con la materia bariónica? Igualmente, ¿podría darse una conversión entre ellas?

Asimismo, se dice que los campos electromagnético y gravitatorio presentan afectación mutua con la materia… ¿Podrían la materia y la energía oscuras formar el tejido espaciotemporal del universo? ¿Quizá la materia oscura el espacio, en interacción gravitatoria con la materia bariónica, y la energía oscura los campos electromagnéticos? ¿Podría existir un universo de materia bariónica donde se alternen procesos de expansión hasta un límite, seguidos de procesos de contracción? Este universo que, de forma aparente, surgiría y desaparecería alternantemente, ¿podría hacer estos ciclos en interacción permanente con un universo eterno de materia y energía oscuras, constituyente del espacio? Es decir, ¿se podría transformar el tejido espacial en materia bariónica y viceversa, con surgencias y sumideros de esta última? 

Todas estas reflexiones me llevan a imaginar el tejido espacial más como la estructura reticular del agua, embebiendo la materia bariónica, que como una sábana que se deforma con la interacción gravitatoria. Esta imagen de nuestro líquido vital como tejido espacial, también me sitúa ante la paradoja de la naturaleza dual de la luz como corpúsculo y onda: pienso en una piedra cayendo a un estanque.

Aturdido por este torbellino de especulaciones cósmicas, mi mente se difumina de nuevo con las luces del firmamento. Vienen a mi cabeza los versos de San Juan de la Cruz: “la noche sosegada, en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora…” Me inunda la paz rutilante que me rodea, el sosiego se apodera de mí… ¿En qué momento entré en ensoñación?